domingo, 25 de mayo de 2014

Cómo hacer frente a una recaída.



 Tratado el 27/06/2013.



Por supuesto me parece bien tratar de desarrollar una estrategia a seguir para estos casos, pero la verdad es que dichas estrategias, por unas causas u otras, pocas veces se cumplen.
Pienso que este tema puede ser algo así como el cuento de la lechera, en el que se hacen planes para solucionar algo que aún no ha pasado y que seguramente en el caso de llegar a ocurrir, nunca se desarrollará como tantas veces habremos pensado.


Generalmente, es el enfermo quien incumple el principal punto
de la estrategia a seguir, guardándose lo ocurrido para él mismo y no sincerarse ni pedir ayuda, a sus familiares o a la asociación donde acuda.
Querer recuperar lo perdido, la vergüenza por el fracaso, el temor a no ser comprendido y el miedo a quedarse solo ante la enfermedad; paradójicamente les empuja a seguir jugando y a ocultarlo más y más, tratando de ganar tiempo para encontrar una solución. Una solución que por supuesto nunca llega, hasta que el descalabro se hace tan grande que una de dos: no lo pueden seguir ocultando o directamente se les pilla, jugando o en una mentira que eche por tierra todo ese complejo entramado de trampas y mentiras.
Digo que generalmente es el enfermo quien no cumple con lo estipulado,
porque otras veces es el familiar quien no queriendo complicar más una situación tan delicada como es el enterarse de una recaída, o el incumplimiento de una medida preventiva que pueda llevar al enfermo a una posible recaída, mira para otro lado tratando de no darse por enterado y así no tener que enfrentar esa situación. Es posible que lo haga con la mejor intención, pero desde luego es un tremendo error el que comete, puesto que antes o después esa misma situación, pero altamente masificada le explotará en las manos, arrepintiéndose de no haber actuado nada más tener los primeros indicios, desarrollando un gran sentimiento de culpa.

De ahí que tanto en la terapia, como ahora desde aquí, exponga mi opinión de que las medidas e ideas que se pongan en práctica sean a titulo preventivo y no curativo, puesto que borrar el pasado es harto difícil, no siéndolo tanto por el contrario; evitar esas situaciones cotidianas, que por lo falsamente inocuas que puedan llegar a parecer, nos arrastran a consecuencias desastrosas; por supuesto y como siempre, mucho más peligrosas, cuanto menos tiempo en rehabilitación tengamos a nuestras espaldas.
¿Os resultan conocidas estas situaciones?
-. Por entrar solo a un bar a tomar café, no pasa nada… y al cabo de un tiempo ¡ZAS!
-. Por llevar algo más de dinero por si acaso, no pasa nada… hasta que surge un día que…
-. Por no ir a cambiar, le doy “esto” y ya me dará la vuelta… más tarde... ¡si lo llego a saber…!
-. Es joven y tiene que salir con los amigos… si le doy un poco más no pasa nada… ¡HUY! Yo creía…

Por lo tanto es mejor ajustarse a lo que ya conocemos y dejarnos de tanto pensaba y creía. Como reza de dicho “vale más prevenir que curar”, lo cual tampoco quiere decir que tengamos que quedarnos para siempre con las mismas rutinas ni acciones. Estas se tendrán que modificar y ajustar a cada momento y grado de la rehabilitación.
Por supuesto tal y como digo siempre… todo esto a mí parecer, cada cuál es libre de hacer lo que crea oportuno.

Hasta pronto.

viernes, 23 de mayo de 2014

Seguridad en uno mismo y autoconfianza.



Tratado el 22/11/2013.

No sé si habrá sido algo casual o premeditado, pero coincide que este tema es la antítesis del tratado el sábado pasado “sensación de control” en donde el mismo nombre del tema ya llevaba implícito que se trataba solo de una sensación y no de algo real, puesto que la verdad es que un ludópata es por definición incapaz de controlar el juego y la única forma que tiene a su alcance para no volver a caer en sus garras es alejarse de él lo más posible, por mucho que la sociedad en que vivimos nos lo meta en todas partes y a todas horas. Llegar a un punto en el que el juego sea indiferente para el ludópata sería lo ideal, pero desde luego sin buscar nunca el enfrentamiento directo con él.

La seguridad en uno mismo por el contrario, se consigue siguiendo las medidas preventivas, haciendo por lo tanto las cosas bien y consiguiendo poco a poco, la suficiente autoconfianza para seguir avanzando con paso firme en nuestro objetivo de rehabilitación. Pretender conseguir esa confianza rápidamente y sin esfuerzo, es caminar a pasos agigantados hacia esa falsa sensación de control de la que antes hablábamos.

El último tramo de la terapia lo dedicamos a un nuevo compañero y a sus padres. Un muchacho joven y decidido, según demostró al pedir la palabra en varias ocasiones en su primer día de terapia. Tal vez y mira por donde, dejando ver claramente esa falsa sensación de control, que da el desconocimiento de la realidad de esta enfermedad; sabe que tiene un problema con el juego, pero no se ha dado cuenta que ahora tiene que cambiar muchas cosas en su vida, para poder superarlo. Era su primer día y por lo tanto es digamos “normal” su reacción, preocupándose más en tratar de mantener un estatus lo más alto posible, en cuanto a manejar dinero y tiempo se refiere, que a recomponer lo descompuesto con sus acciones desde que perdió el control del juego. ¡Ya tendrá tiempo para ello!

Hasta pronto.

domingo, 18 de mayo de 2014

Ilusión de control.




Me gustaría empezar por comentar lo decepcionado que me encuentro al ver nuevamente, que incluso nosotros que pasamos por todas las penurias que esta enfermedad conlleva, seguimos sin darle la importancia que se merece, ¡luego nos lamentamos que la sociedad en general, no se implique más en la cuestión de poner un remedio!
Apenas empieza el buen tiempo, que retransmiten un partido de fútbol más o menos renombrado, que surge la mínima disculpa,… dejamos de asistir a las reuniones de grupo.
Eso sí, si más tarde surge una recaída, o la rehabilitación parece no llegar nunca, rápidamente buscamos disculpas y culpables ajenos a nosotros, en vez de pensar si nuestra forma de actuar en la comprensión de la enfermedad y su tratamiento son los correctos. Lo lamentable es que al parecer, igual que en otros años esto no ha hecho más que empezar. ¡Allá cada cual! Es posible que más tarde recojan el producto de sus actos.


Entrando ya en lo que ha sido en esta ocasión la terapia, creo que no se ha llegado a entender bien el tema de la misma. Los participantes se han centrado en cuáles son las aspiraciones e ilusiones, que tienen puestas en la asociación para conseguir una rehabilitación, cuando el tema lo que trataba era profundizar en lo peligroso que puede llegar a ser la falsa ilusión de control. Esa ilusión que lleva a pensar al ludópata que no necesita una rehabilitación tratando de salir por su cuenta y riesgo sin ayuda de nada ni de nadie, o del que cuando apenas ha comenzado una abstinencia de pocos meses, piensa que ya tiene todo controlado y que por lo tanto, aunque se relaje un poco en el cumplimiento de las medidas preventivas, no pasa nada, a fin de cuentas “ya controla” sus impulsos sobre el juego. En ocasiones esa sensación de control, lleva tanto a los enfermos como a los familiares a abandonar la asociación, pensando: “para que seguir en ella,… llevo (o lleva, si lo piensa un familiar) una temporada sin jugar, lo que indica que el problema ya no existe.”
Lo malo de este tipo de pensamientos, es que están errados de raíz; puesto que para empezar, la ludopatía no es un problema, sino una enfermedad y además, una enfermedad crónica, recurrente y progresiva. Por lo tanto una enfermedad más grave, de lo que se suele asumir por todos aquellos a quienes ya de por sí y para empezar, les cuesta entender que no es cosa de un capricho ni vicio, más o menos pasajero.

Por último y casi al final del tiempo de reunión, también hablamos de lo necesario y positivo, que es ir superando los miedos al hecho de vivir un contacto diario rodeados por el juego, aunque sin participar en él, ¿Qué quiero decir? Aprender a sentir indiferencia por el juego y no temor.
Claro que para llegar a eso, se puede hacer de diversas formas y desde muy distintos puntos de partida. Me parece que es obvia, la diferencia existente entre el ludópata que desde que empezó con su tratamiento,  nunca ha tenido una recaída, con aquel otro que haya pasado por varias, en el mismo caso podríamos poner al familiar, en cuanto a volver a empezar a confiar en su enfermo.
Yo también opino que los miedos se pueden combatir enfrentándose a ellos,… pero no siempre.
Supongo que se tendrá que diferenciar entre unos miedos y otros y las consecuencias que puede reportar tal enfrentamiento. Te caes de la bici y vuelves a montar, para demostrarte que sí puedes conseguirlo con un poco más de tesón y esfuerzo; de volverte a caer la cosa queda en poco más que un nuevo coscorrón. Caer en la ludopatía e ir a enfrentarte con la máquina,… ¡ya me contarás para qué! ¿No hemos quedado en que el ludópata nunca más podrá jugar? ¿Qué conseguirá con ese reto además de correr un riesgo innecesario? Para demostrarnos que ello es posible una compañera nos cuenta que ella, siguiendo el consejo y terapia de choque de su psiquiatra, durante sus primeros dos años de tratamiento siguió ese método, enfrentándose todos los días a la máquina que tanto daño la había causado y que la fue estupendamente,… ¡Hombre! Sin tener en cuenta, el hecho de que al cabo de esos dos años, se pegó el gran batacazo. ¡Todo un éxito de terapia, si señor! Lo que es seguro es que la psiquiatra que aconsejo tal sistema, ni dejo de dormir una sola noche, ni contrajo deudas de ningún tipo, ni tampoco volvió a quebrantar la tranquilidad de su casa con una nueva dosis de descomunales broncas y desconfianza.

Hasta pronto.

jueves, 15 de mayo de 2014

Ventajas e inconvenientes desde que dejamos de jugar.



Tratado el 17/06/2013.

Tal como dije en esa anterior ocasión, existen muchos y muy variados puntos que resaltar en cada aspecto. Ahora bien, lo que me sigue asombrando es la capacidad de ciertas personas para aislarse en sus propias ideas y permanecer impertérritos ante el aluvión de señales que indican claramente, que van contra corriente y que esas ideas les conducen inexorablemente al abismo de la incomprensión y del fracaso.
Por lo que me ratifico en el último párrafo de esa anterior entrada, en el que resaltaba mi opinión de que tan solo el simple hecho del paso del tiempo no es lo importante a la hora de una rehabilitación.
A mi modo de ver, en ocasiones tendemos a cometer dos errores importantes:

·        No dar a la enfermedad la importancia que realmente tiene.
·        Conceder excesiva importancia al paso del tiempo.

Mientras no entendamos que la ludopatía es un difícil enemigo, que nos derrotará si le menospreciamos, al menor descuido que tengamos; mal vamos. Qué más da el tiempo que llevemos tratando de dejar de jugar, o incluso en la asociación si seguimos con las mismas ideas que antaño, sin cambiar para nada en nuestros hábitos y costumbres, más que lo indispensable y solo si nos obligan a ello.
Ya va siendo hora de dejar la terquedad y soberbia atrás. Se nos llena la boca cuando hablamos de años de terapias, sin pararnos a pensar que todo ese tiempo no sirve de nada si seguimos haciendo lo mismo de siempre y que poco importará que contemos por meses, años, o por toda una vida, mientras no rectifiquemos esa forma de actuar. Eso sí, luego nos quejamos con amargura que otros con mucho menos tiempo de asistencia disfruta de una serie de ventajas, que nosotros no tenemos, pero por supuesto sin pararnos a pensar que esas otras personas han hecho lo necesario para ganárselas, porque señoras y señores, la rehabilitación no es algo que toque en una tragaperras o casino, o algo que se obtenga con un cursillo rápido y con atajos, la rehabilitación se consigue día a día y momento a momento, con gran esfuerzo y tesón.

Hasta pronto.

jueves, 8 de mayo de 2014

¡De todo un poco!


La terapia de ayer miércoles de nuevo fue separada (familiares en una sala, enfermos en otra) y con tema libre.

En ella los familiares, (grupo en el que yo me encuentro) hablamos sobre el sentimiento de mal estar en el que se encontraba una compañera, a raíz de no haber llegado a tiempo el sábado pasado a la celebración del día del socio, en el que se le hizo entrega del diploma de un año en rehabilitación a su esposo. Aumentado este mal sentimiento, en tanto en cuanto algunos compañeros (yo incluido) más tarde una vez acabado el acto la mencionamos tal hecho. Desde aquí quiero mandarla mis más sinceras disculpas si esa acción por mi parte contribuyo a aumentar su mal estar, desde luego esa no fue mi intención en ningún momento, tan solo pretendí comentar el suceso e incluso, le gasté lo que yo entendí en ese momento como una pequeña broma al respecto.
Al parecer todo se debió a una mala interpretación de lo que significaba el día del socio y como se desarrollaba tal evento. Con lo cual aprovecho para recalcar una vez más la importancia de preguntar todo aquello que nos pueda generar algún tipo de duda, ya sea referente a la enfermedad, como al funcionamiento de la asociación, tanto para evitar situaciones de este tipo, como para tener suficientemente claro que actuación y por qué, debemos mantener en todo momento en la prevención de la ludopatía.

También hablamos de los cambios de comportamiento y actitud, de los enfermos a medida que va pasando el tiempo de permanencia en la asociación. Algunos de estos cambios pueden parecer erráticos y contradictorios en algunos casos, puesto que da la sensación que fuese a peor en algunos momentos.
Otras veces la cuestión tan solo se trata de un problema de apreciación por parte del familiar, que está acostumbrado a una forma de obrar autónoma durante mucho tiempo, dado que el ludópata ha permanecido en un estado de inhibición prácticamente total de sus funciones, a la hora de hacer y opinar respecto a lo que una vida en común conlleva; como el mantenimiento de la casa, o la convivencia familiar. Dándose el caso que cuando estos quieren recuperar ese espacio perdido, el familiar ve trastocada esa rutina autónoma a la que ya se había adaptado y cualquier injerencia por pequeña que sea, puede ser motivo de algún que otro rifirrafe. Precisamente por eso es importante que el familiar también acuda a la asociación con ánimo de aprender y adaptarse a una nueva etapa en su vida. Sí, justo a esa que tantas veces ha sugerido que le gustaría tener, con toma de decisiones y trabajo en común,… pero que ahora que se presenta,… ¡Vaya, resulta no es lo que esperaba, o lo que es peor, no está preparado para algo así!
El mejor remedio para esa situación sin duda alguna es el dialogo entre los afectados, el esfuerzo personal para aprender a remediarlo y dejar un paso del tiempo prudencial para dicha adaptación.

También hablamos de forma más breve, aunque no por ello es menos importante, de esas situaciones que se dan cuando el ludópata se compromete a hacer alguna cosa, del tipo dejar de fumar, o no alternar tanto con los amigos. Si pasado un tiempo quiere volver a hacerlo, le cuesta sobre manera decirlo francamente, por miedo a que los familiares puedan pensar que si no pueden con eso es posible que tampoco pueda dominar su adicción al juego, con lo que termina por recurrir a hacerlo a escondidas, reuniendo el dinero necesario a través de alguna ardid. ¡Claro! Más tarde si se ven pillados (cosa que antes o después siempre sucede) el problema es mayor y vienen las negativas y los disgustos. La conclusión que se puede sacar de esto es que siempre es mejor hacer las cosas a las claras, aunque se tengan que afrontar ciertas situaciones digamos que… incomodas.

Por cierto, todo un éxito el día del socio, con una asistencia memorable. (Que conste que no lo digo por meter el dedo en el ojo a nadie, jajaja).
Ayer antes de entrar a la reunión de grupo, me dio una satisfacción enorme saludar a un compañero de asociación que ha regresado después de estar cuatro meses trabajando en un lugar ciertamente complicado y peligroso del mundo. Le encontré estupendamente, de lo que me alegro tanto por él, como por su familia, sobre todo sus niñas que han estado tanto tiempo alejadas de su papa. Feliz regreso compañero.
Hasta pronto.

jueves, 1 de mayo de 2014

Juegos sustitutorios.




Tratado el   14/11/2013.


La terapia de ayer miércoles empezó de forma un tanto peculiar y turbulenta, debido a un mal entendido ocurrido en una terapia anterior; después de aclarado ese punto entre las partes pasamos a lo que fue el tema del día, los llamados “juegos sustitutorios”. 


Al parecer seguimos sin definir del todo bien que son y en qué consisten dichos juegos.


A mi modo de entender (no sé si será el correcto o no, pero así es como yo lo entiendo) juegos sustitutorios son aquellos juegos a los que el ludópata en proceso de rehabilitación juega, sin importar si conllevan apuesta o no, para tratar de canalizar el estréss al que está sometido al dejar de practicar, su juego o juegos favoritos y las apuestas que han generado su ludopatía. Estos juegos pueden ser efectuados en solitario o en grupo y en realidad no importa lo inocentes que puedan llegar a parecer, si al ludópata le causan algún tipo de nerviosismo o pérdida de control sobre ellos, como puede ser el enfadarse si no gana, jugar insistentemente o dejar de hacer otro tipo de cosas por practicar ese juego en cuestión.
Que un ludópata en su fase de jugador en activo cambie de juego o practique varios a la vez, no tiene nada que ver con los juegos sustitutorios, simplemente ese o esos juegos es lo que en ese momento llena la mente del enfermo de ludopatía, que en ese momento no busca sustituir nada sencillamente juega.

El ludópata no siempre recurre a este tipo de juego y conducta, pero cuando ocurre es algo que los familiares debemos aprender a distinguir y detectar. Situaciones tan inocentes, como que un niño quiera jugar al parchís o a un videojuego, con su papa o mama ludópata para entretenerse, no tienen que confundirse con que sea ese padre o madre ludópata, quien insista ante su hijo para jugar una y otra vez a ese juego y menos si se observa que se irrita en exceso cuando pierde.
Por poner un ejemplo real, diré que mi esposa sí tuvo durante un tiempo un juego sustitutorio; este juego era el Mahjong (si ese de fichas chinas parecidas a las del dominó, en el que se tienen que juntar las parejas en un tiempo estipulado). Ella jugaba en el ordenador, delante de mí y de los demás miembros de la familia, de hecho algunas veces jugaba yo con ella, ¿por qué? Pues porque como era un juego tan inocente, no apostaba nada y además lo hacía en casa, yo estaba tan tranquilo, es más diría que estaba contento al pensar que mientras estuviese haciendo eso no prepararía ninguna de las suyas. ¿Qué fue lo que pasó? Pues paso lo inevitable en la mente de un ludópata, cada día necesitaba más y más tiempo de juego, y se cabreaba más y más, si no era capaz de ganar la partida en tiempo récord, llego el momento en que me asustó su comportamiento y sus reacciones cuando la interrumpías del juego o distraías, llegando a tal punto que tuve que optar por borrar dicho juego del ordenador.

¿Qué conclusiones se pueden sacar de esto? La más acertada es que tanto ella como ludópata, como yo como familiar, no actuamos correctamente al no cumplir concienzudamente las medidas preventivas, una de las cuales indica que un ludópata en rehabilitación no debe jugar a ningún tipo de juego de azar. Que sobre todo durante el primer periodo de rehabilitación lo mejor es que no juegue a nada, sean juegos de azar, habilidad, o lo que sea; y menos si se observa que cuando lo hace su carácter se altera lo más mínimo.
 también indica que si el familiar ve cualquier tipo de síntoma negativo en su práctica por pequeño que sea, que no lo obvie, ni trate de minimizarlo tal hice yo; puesto que las consecuencias que algo así puede acarrear a posteriori para todos a nivel de culpabilidad, son demoledoras.
 
Además que tal y como me gusta decir, si vamos a una asociación de autoayuda para aprender que hacer y que no, y más tarde no cumplimos lo aprendido ¿Para qué demonios vamos?

Hasta pronto.