Queda claro que el familiar debe ejercer un control sobre el ludópata en el inicio de la rehabilitación, pero ¿cómo y hasta cuando se debe efectuar este control?
Es paradójico como en la misma terapia se plantean dos deseos diametralmente opuestos sobre esta misma cuestión.
Por una parte nos encontramos con el enfermo que a punto de cumplir un año en la asociación y en vista de que no ha vuelto a jugar en ese tiempo, piensa que tiene todo bajo control por si mismo y por lo tanto el control por parte del familiar le parece prescindible, se siente agobiado y percibe una falta de confianza por parte del familiar hacia su rehabilitación, tal vez sin pararse a pensar que ese tiempo que para otras cosas podría parecer una eternidad, en esta enfermedad no pasa de ser más que una primera etapa en su rehabilitación.
Todavía queda mucho por hacer y mucho por recorrer, debería darse cuenta que son muchas las ocasiones en las que de una forma u otra, todos los buenos propósitos e intenciones de dejar atrás el mundo del juego resultaron fallidos, haciendo con ello que el familiar no sepa cuando debe bajar el nivel de control a ejercer. Es mucho el miedo que el familiar tiene a una nueva recaída… a un nuevo fracaso… a un nuevo engaño.
Pero es sabido que el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio y lugar, por eso en estos momentos y tras un periodo parecido al del otro enfermo, dándose una nueva oportunidad, no está dispuesto a fallarse de nuevo ni a él, ni aquellos que vuelven a depositar su confianza en él. Por eso esta vez está dispuesto a soportar los controles que sean necesarios, ya que no quiere perder nuevamente el tren de la compañía, ya ha viajado suficientemente en una angustiosa soledad.
Como ya he dicho en tantas ocasiones, un buen trabajo de rehabilitación y tiempo… mucho tiempo, terminará por traernos aquello que buscamos.
Hasta pronto.
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