Tratado el 17/12/2013.
El sábado pasado hablamos sobre la necesidad de cambiar los
viejos hábitos, que arrastran al ludópata irremisiblemente al juego una y otra
vez. La verdad es que llama la atención ver lo empecinados que están algunos en
resistirse a cambiar las conductas que saben a ciencia cierta por mucho que lo nieguen,
que son contraproducentes para ellos, puesto que les incita en el mejor de los
casos a tener el juego presente en sus cabezas y en el peor a una recaída.
Si se les dice que no
es conveniente para ellos, manejar más dinero de forma habitual, que el
estrictamente necesario para tener sus necesidades básicas cubiertas…
rápidamente salen con el “por si acaso,” si se les dice que no es conveniente
que frecuenten lugares donde haya juego… que solo entran para leer el periódico o tomar
un café, tres cuartos de lo mismo pasa con lo de ser sincero y transparente…
que si me da vergüenza… que si no me van a entender… que si patatín y patatán,
el caso es poner pegas y más pegas, a todas sugerencias que se les hace desde
la experiencia de haber pasado por situaciones semejantes; como si no hubiesen comprobado
ya en ocasiones anteriores por ellos mismos, la veracidad de estas
recomendaciones.
«el exceso de
confianza»
Confiarnos en exceso hace que se baje la guardia y que de
hacer algún cambio se realice de forma parcial, algo tremendamente peligroso
tal y como hemos dicho antes.
En conclusión:
Si hemos decidido dejar el juego atrás, salir de esa forma
de vida miserable que la adicción al juego nos hacía llevar y para ello
acudimos a una asociación de autoayuda ¿por qué no lo hacemos con todas sus
consecuencias de una vez por todas, siguiendo las instrucciones que en ella nos
enseñan?
Hasta pronto.
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