Tratado el 06/05/2013
Esta cuestión es uno de
esos puntos en los que creo que por más que se debata, nunca llegaremos a
ponernos de acuerdo enfermos y familiares, ¡qué digo yo, entre enfermos y
familiares! No solo eso, sino que tampoco hay consenso entre los mismos
familiares, en enfermos la cosa parece más clara, “yo tengo la
enfermedad, se trata de mi vida… luego soy yo quien decido que hacer, como
hacerlo y cuando. Ahora bien, como ya he dicho en otras ocasiones y yo como
familiar ¿qué?
- ¿Debo cruzarme de brazos y esperar que al ludópata
se le encienda la bombillita y de los pasos adecuados para su rehabilitación?
- ¿Y si no llega nunca ese momento qué?
- ¿Me limito a seguir esperando pacientemente,
mientras su vida y la mía se van al garete?
- ¿El familiar no tiene derecho a tratar de
mejorar su calidad de vida?
No nos olvidemos que
dentro de la unidad familiar o de pareja, tanto las actuaciones, la pasividad, como la falta
de éstas de unos, influyen directamente en los otros; En la forma de actuar,
pensar, sentir… en la vida en general.
Cuando oigo expresiones
por parte de un familiar del tipo:
-
Es que yo no
puedo hacer nada por evitar las situaciones de riesgo.
-
Dado su
trabajo no puedo controlarle, si él quiere puede engañarme cuando quiera y yo no
me daría cuenta.
En esos casos como he
dicho antes, yo pregunto ¿Tiramos la toalla y ya está? ¡¡¡No!!! Me niego en
rotundo ha hacer tal cosa, si nosotros tiramos la toalla; en ocasiones el
enfermo no se decide a dar ese primer paso, hasta que es demasiado tarde para
seguir manteniendo esa vida en común, viniendo después las lamentaciones, “si
hubiese hecho las cosas de otra manera…” Pues hagámoslas señoras y señores
ahora que aún estamos a tiempo.
Por supuesto que hay
muchas cosas que el familiar puede hacer, que aunque a priori parezcan inútiles, porque si el enfermo no quiere poner de su parte no servirán de mucho, no por ello debemos de dejar
de hacerlas; forman parte de las medidas preventivas y por lo tanto
debemos cumplirlas, puesto que es parte de nuestro cometido para la
rehabilitación del enfermo. Lo que si es seguro, es que dejar de lado nuestras “obligaciones”
de prevención y motivación, porque pensemos que no servirán de mucho, si el
enfermo no quiere; es algo que o beneficiara a nadie, salvo a la enfermedad que
tendrá más puertas abiertas al caos.
De estar escribiendo éste
comentario mi madre en mi lugar, a buen seguro diría algo como -más vale un día
colorada, que ciento encarnada- La pasibilidad es el peor camino que podemos
escoger, dialoguemos buscando un acercamiento de posturas y comprensión mutua. Pero sea como sea y en cualquier caso, hagamos lo que esté en nuestra mano, por
poco que nos parezca siempre será mejor que nada.
Hasta pronto.
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