Me gustaría empezar por comentar lo decepcionado que me
encuentro al ver nuevamente, que incluso nosotros que pasamos por todas las
penurias que esta enfermedad conlleva, seguimos sin darle la importancia que se
merece, ¡luego nos lamentamos que la sociedad en general, no se implique más
en la cuestión de poner un remedio!
Apenas empieza el buen tiempo, que retransmiten un
partido de fútbol más o menos renombrado, que surge la mínima disculpa,…
dejamos de asistir a las reuniones de grupo.
Eso sí, si más tarde surge una recaída, o la rehabilitación
parece no llegar nunca, rápidamente buscamos disculpas y culpables ajenos a
nosotros, en vez de pensar si nuestra forma de actuar en la comprensión de la
enfermedad y su tratamiento son los correctos. Lo lamentable es que al parecer,
igual que en otros años esto no ha hecho más que empezar. ¡Allá cada cual! Es
posible que más tarde recojan el producto de sus actos.
Entrando ya en lo que ha sido en esta ocasión la terapia, creo
que no se ha llegado a entender bien el tema de la misma. Los participantes se
han centrado en cuáles son las aspiraciones e ilusiones, que tienen puestas en
la asociación para conseguir una rehabilitación, cuando el tema lo que trataba
era profundizar en lo peligroso que puede llegar a ser la falsa ilusión de control. Esa
ilusión que lleva a pensar al ludópata que no necesita una rehabilitación tratando de salir por su cuenta y riesgo sin ayuda de nada ni de nadie, o del que cuando
apenas ha comenzado una abstinencia de pocos meses, piensa que ya tiene todo
controlado y que por lo tanto, aunque se relaje un poco en el cumplimiento de
las medidas preventivas, no pasa nada, a fin de cuentas “ya controla” sus
impulsos sobre el juego. En ocasiones esa sensación de control, lleva tanto a
los enfermos como a los familiares a abandonar la asociación, pensando: “para
que seguir en ella,… llevo (o lleva, si lo piensa un familiar) una temporada
sin jugar, lo que indica que el problema ya no existe.”
Lo malo de este tipo de pensamientos, es que están errados de
raíz; puesto que para empezar, la ludopatía no es un problema, sino una
enfermedad y además, una enfermedad crónica, recurrente y progresiva. Por lo
tanto una enfermedad más grave, de lo que se suele asumir por todos aquellos a
quienes ya de por sí y para empezar, les cuesta entender que no es cosa de un capricho
ni vicio, más o menos pasajero.
Por último y casi al final del tiempo de reunión, también
hablamos de lo necesario y positivo, que es ir superando los miedos al hecho de
vivir un contacto diario rodeados por el juego, aunque sin participar en él,
¿Qué quiero decir? Aprender a sentir indiferencia por el juego y no temor.
Claro que para llegar a eso, se puede hacer de diversas
formas y desde muy distintos puntos de partida. Me parece que es obvia, la
diferencia existente entre el ludópata que desde que empezó con su
tratamiento, nunca ha tenido una
recaída, con aquel otro que haya pasado por varias, en el mismo caso podríamos
poner al familiar, en cuanto a volver a empezar a confiar en su enfermo.
Yo también opino que los miedos se pueden combatir
enfrentándose a ellos,… pero no siempre.
Supongo que se tendrá que diferenciar
entre unos miedos y otros y las consecuencias que puede reportar tal
enfrentamiento. Te caes de la bici y vuelves a montar, para demostrarte que sí
puedes conseguirlo con un poco más de tesón y esfuerzo; de volverte a caer la
cosa queda en poco más que un nuevo coscorrón. Caer en la ludopatía e ir a
enfrentarte con la máquina,… ¡ya me contarás para qué! ¿No hemos quedado en que
el ludópata nunca más podrá jugar? ¿Qué conseguirá con ese reto además de
correr un riesgo innecesario? Para demostrarnos que ello es posible una
compañera nos cuenta que ella, siguiendo el consejo y terapia de choque de su
psiquiatra, durante sus primeros dos años de tratamiento siguió ese método,
enfrentándose todos los días a la máquina que tanto daño la había causado y que
la fue estupendamente,… ¡Hombre! Sin tener en cuenta, el hecho de que al cabo
de esos dos años, se pegó el gran batacazo. ¡Todo un éxito de terapia, si
señor! Lo que es seguro es que la psiquiatra que aconsejo tal sistema, ni dejo
de dormir una sola noche, ni contrajo deudas de ningún tipo, ni tampoco volvió
a quebrantar la tranquilidad de su casa con una nueva dosis de descomunales
broncas y desconfianza.
Hasta pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario