lunes, 14 de abril de 2014

Y van cuatro...



El tema de terapia en la reunión del sábado pasado era libre, y en ella nos enteramos que un joven compañero que lleva con nosotros unos tres meses, tuvo una recaída.
Los padres dejaron entrever, que tal vez ésta se hubiese producido a causa de un exceso de confianza, o de euforia, por lo bien que se encontraba en estos tres meses sin jugar. Lo cierto es que por mi parte no sé si pensar que se debiera a eso precisamente; puesto que al parecer intentó conseguir el dinero necesario para jugar varias veces, hasta lograr encontrar la ocasión precisa y saltarse los protocolos, que para impedir ese acceso sus familiares y él mismo, habían puesto en sus cuentas corrientes. Es cierto, que el sistema de la entidad bancaria falló, pero no es menos cierto que él insistió hasta conseguir provocar ese fallo. Eso nos indica claramente que no fue un impulso aislado y que lo estuvo madurando conscientemente con toda la alevosía. También indica, que posiblemente lo que ocurre es que aún no se ha dado cuenta de la realidad de su situación, respecto a su enfermedad, que por otra parte es muy simple y general a todos y cada uno de los ludópatas «El juego le ha vencido y hace de ellos lo que quiere, a menos que pongan toda la carne en el asador y estén dispuestos a cumplir las medidas preventivas en su totalidad, sin reserva alguna» Todo lo demás no deja de ser más que una mera pantomima, por consiguiente una pérdida de tiempo, de autoestima, de confianza propia y por supuesto de confianza por parte de los demás hacia esa persona.

Otros compañeros que también han pasado por recaídas, (entre ellos mi esposa) nos contaron alguna de las artimañas de las que se valieron en su día, para burlar la “vigilancia” impuesta por parte de sus familiares para tratar de cerrar puertas e impedir nuevos episodios de juego. Estratagemas que no por ya conocidas resulten menos dolorosas de recordar por parte de los familiares, por mucho que ahora después de pasado el tiempo, se cuenten como si tal cosa, e incluso provoquen ciertas sonrisas en quienes las oyen y comentarios del tipo “es que son muy listos.” ¡No señoras y señores! ¡No! Hacer algo así para nada indica que sean listos o dejen de serlo, lo que si indica claramente, es que la enfermedad les tiene o tenía en esos momentos tan atrapados, que no dudaban ni por un segundo en hacer lo que hiciera falta con tal de conseguir su objetivo de juego, traicionar la confianza de quienes les estaban brindando su apoyo incluido; engañar a quién te da una muestra de confianza no creo que sea precisamente la mejor demostración de la inteligencia de nadie.
Algo así al menos para mí, tan solo demuestra que en esos momentos, no eran dueños de sí mismos, ni
de sus actos (lo cual no les exime de su responsabilidad) y que en esos momentos, todo lo que no fuese saciar sus deseos de juego, era invisible para ellos, nada existía… eso sí, más tarde venían las lamentaciones y nuevas suplicas de ayuda, generalmente justo a esos mismos de quienes nuevamente habían pasado olímpicamente.
Espero que esto no se entienda como reproche ni nada por el estilo, tan solo es que no me gusta en absoluto que se insista una y otra vez en la misma expresión de “que listos que son” tal vez se podría utilizar con más atino la de “que inconscientes que son cuando hacen ese tipo de cosas.” Pero lo que es seguro, es que la que sí es cierta al cien por cien, es la de “que enfermos tienen que llegar a estar para hacer algo así.”


Por cierto, espero que se cierre esta mala racha de una vez y todos nos pongamos las pilas, por qué en lo que va de año creo que ya van cuatro recaídas, una al mes y por mucho que pueda llegar a aprenderse de ellas y de que en ocasiones parezca que para algunos sean hasta necesarias para que abran los ojos de una vez por todas, la verdad es que hacen mucho daño a todos quienes pasan por ellas (enfermos y familiares) y es mucho mejor hacer el camino sin ese tipo de tropiezos.

Hasta pronto.

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