viernes, 4 de abril de 2014

Cambiar soberbia por humildad.



Tratado anteriormente el 24/10 2013.

Antes de nada quiero quedar claro que por supuesto, no solo los ludópatas pueden tener soberbia, también los familiares (como casi todo el mundo) en ocasiones hacemos gala de tal “don de gentes”. Lo que ocurre es que posiblemente no con la frecuencia e intensidad de los ludópatas, quienes a poco que se sientan acosados (o así lo perciban ellos/as) rápidamente pasan a la ofensiva ¿y qué mejor manera de hacerlo que con un buen ataque? Ahí es donde empieza el problema, que en esos momentos no se sienten en condiciones de afrontar la situación con un diálogo que pueda resolver el tema y por lo tanto recurren con frecuencia a la soberbia, pensando que dando cuatro gritos, o un portazo zanjan ese asunto y de paso coaccionan a su contrincante de turno, que por cierto suele ser ese familiar que les pregunta y se preocupa por ellos; a que no repita esa situación, salvo que quiera pasar por el mismo resultado una y otra vez.
Ese es el tipo de soberbia al que nos referimos, el que se usa como arma arrojadiza contra aquellos que precisamente por preocuparse del enfermo y tratar de ayudarle a conseguir una rehabilitación optima, parece como si fuesen su enemigo número uno, ese del que hay que librarse a toda costa.
El compañero que moderaba la terapia del miércoles propuso algo que me gustó y que ciertamente no solemos hacer: ponernos todos los días por un rato en la piel de los otros y tratar de esa manera, comprender que la otra parte tampoco lo tiene fácil para llevar adelante las situaciones tan complejas que se presentan a lo largo del día y sobre todo en las primeras etapas de la rehabilitación, en las que tal vez no tengamos aún muy claro cuál es nuestro lugar y lo que se espera de nosotros, cuando todavía no tengamos toda la información necesaria de cuándo y que pasos seguir para conseguirla.
Poniéndonos en la piel del otro de vez en cuando, seguramente se podrían evitar muchas de esas peleas y salidas de tono, que a veces tenemos cuando por un orgullo mal entendido, no queremos dar nuestro brazo a torcer aunque en el fondo sepamos que somos los equivocados. También creo se podrían evitar muchas situaciones embarazosas, si todas esas dudas y preguntas que en ocasiones tenemos y que por no atrevernos a hacerlas en público en las terapias; más tarde se convierten en fuertes discusiones en la soledad del hogar.
Esperemos que poniendo un poco por parte de todos, poco a poco vayamos siendo capaces de solucionar estas cosas, que dificultan tanto la convivencia. De esto sí debería haber un día de celebración y no de tanta chorrada consumista, que hay que ver cómo nos manipulan una y otra vez y pasamos por el aro tan contentos y en esto sin embargo que podría suponer tranquilidad y comunicación… ¡Que le vamos a hacer!

Hasta pronto.

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