domingo, 11 de noviembre de 2012

Juego patológico.

Desde que nacemos todos jugamos, esas actividades nos permiten aprender y formarnos como personas.
El juego puede realizarse para distintas cosas, la meramente educativa y también para aportarnos momentos de ocio, a su vez ese juego ocioso se puede realizar de una forma individual o colectiva, cuando se hace de esta última forma se denomina social, pues nos permite relacionarnos con otra gente que tiene nuestros mismos gustos o intereses.
El juego ocioso ya sea individual o social, puede conllevar apuestas y estas pueden ser económicas o de otro tipo.
Mientras se desarrolle de manera totalmente controlada, no tiene por que representar problema alguno, se pasa un tiempo agradable tanto sea solo como acompañado y punto, todos contentos.

Ahora bien cuando ese tiempo, empieza a prolongarse, se ponen pequeñas disculpas para alargarlo cada vez mas, se realizan apuestas económicas poco a poco mas fuera de nuestras posibilidades, y con una frecuencia mayor, justo en esos momentos es cuando el juego empieza a dejar de ser social, son esos momentos en los que empieza a gestarse una adición, es ese tiempo altamente peligroso en el que el juego, pasa de ser ocioso o social, a ser patológico.

Desgraciadamente el cambio se va produciendo de una manera tan sutil, que el jugador no hace caso de las señales de alarma que saltan a su alrededor, las discusiones aumentan, se degradan progresivamente las tareas o trabajos, las disculpas se amontonan y dejan de ser pequeñas e inofensivas, las deudas empiezan a aparecer, la convivencia se enturbia... Todo un cúmulo de cosas, a las que no se les da el valor que tienen, hasta que sencillamente pasan a ser indiferentes, lo único importante en la vida es el juego, no importa la familia, trabajo, amigos... Nada importa, salvo el juego.
Por él se miente, roba, amenaza, se abandona, se deja de ser al fin y al cavo un ser racional.

Paralelamente a esa situación su entorno mas allegado, va notando los cambios y dependiendo de lo perspicaz que se sea, y de la capacidad de engaño y ocultación por parte del jugador, otorgara esos cambios a los mas diversos y variopintos motivos, generalmente alejados de la realidad, pues comúnmente el juego es la última actividad en la que se depositaria sospechas.
Hasta pronto.

3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo paraca sólo discrepo en una cosa yo como jugador si me importaba mi familia y mucho siempre e sido una persona muy de familia porque así me lo inculco sobre todo mi madre pero no podía parar de jugar era incapaz de parar y me dolía mucho ver sufrir a mi madre por mi pero aún así tenía que jugar e estado llorando delante de una máquina jugando y sin poder parar

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  2. Si Kïke son impulsos incontrolados. Dices que llorabs delante de una maquina, yo eso no lo llegaba a entender pero un dia me encontre con un compañero de la asociación jugando y estaba como tu. Yo me puse muy nerviosa pero entre en el local y le invite a que lo dejara, que no estaba haciendolo bien. Él con las lagrimas en los ojos me dijo ¨no puedo bonita, no puedo¨. Desde aquel dia supe que vosotros tambien sufriais, pero era tal la falta de control sobre vosotros mismos que os matabais en vida. Tan solo queria contar esa anecdota que se ma venido a la mente cuando Kike nos comenta sus lagrima y su dolor.

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  3. Por supuesto que el ludópata también sufre, a pesar de tener los sentimientos “embotados” por el juego, estos siguen estando ahí.
    Lo que crea todo un drama para el jugador, y esto es así por que en el caso del familiar, este sabe que esta haciendo todo lo posible por evitarlo, pero es consciente que no esta en su mano el conseguirlo, sino tan solo apoyarlo aportando una serie de medidas preventivas.
    Por el contrario el jugador sabe incluso antes de reconocerse así mismo como ludópata, que debe hacer para dejar de sufrir, cosas como dejar de jugar, mentir, aislarse, enzarzarse en discusiones y peleas sin sentido, y muchas otras cosas que aún sabiéndolas es incapaz de llevar a cabo.
    De hay su terrible drama, esa lucha constante entre su particular Dr.Jekyll y Mr. Hyde, el ser conscientes de su perversa actitud y no poder controlarla, a la fuerza tiene que ser demoledor para ellos.
    Por eso por muchas estafas y trampas que pongan a los demás, el máximo perjudicado en una ludopatía es el propio ludópata. Salvo en casos extremos en los que se haya llegado incluso al asesinato, (que los ha habido) para la obtención del dinero necesario para el juego.
    Hasta pronto.

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