Reconocer que la
ludopatía es una enfermedad, es un paso muy importante a la hora de intentar la
rehabilitación del juego, no solo por parte del propio ludópata sino también
por parte de su entorno más cercano. Ver y entender la ludopatía como una
enfermedad y no como un vicio causa en todos una sensación positiva, no es lo
mismo sentirse un indeseable que a jugado con la confianza de todos,
destrozando y arruinando todo a su paso, que ser un enfermo que tan “solo”
necesita aprender y seguir con el apoyo y tutela de otras personas una serie de
medidas preventivas, para conseguir mantener el juego apartado de su vida. Y
que me dicen de quienes pretenden ayudarle, tampoco para ellos es lo mismo
tratar de ayudar a ese vicioso mala persona y sin sentimientos, que ha alguien
enfermo que es incapaz de controlarse por si mismo.
Con el reconocimiento de
la enfermedad, todo se vuelve más sencillo, que no fácil, puesto que de fácil
no tiene nada, conseguir una buena rehabilitación es algo que a todos, no solo
al enfermo les costará mucho trabajo y tiempo lograr, pero que cuando se logra
es altamente gratificante y compensa todo ese esfuerzo realizado.
Poco a poco la sociedad
en general va cambiando y es más fácil encontrar información y grupos de
autoayuda al respecto, pero por desgracia no en un nivel suficiente, ni tan
siquiera aceptable. Es mucho el beneficio que para algunos crea el juego, incluyendo
a los gobernantes por medio de los impuestos, que lavándose las manos tal y
como hizo Pilatos en su día, por medio de unas lastimosas ayudas a las
asociaciones, se desprenden del problema de otros muchos, no solo de los ludópatas
sino también de sus familias que sufren las consecuencias, permitiendo y
animando el continuo auge del juego en todas sus facetas.
A modo personal, la
aceptación por mi parte como enfermedad de la adicción de mi esposa al juego, me
permitió una implicación más a fondo en cuanto a mi participación en su
rehabilitación, dejándome ver lo que nos estaba ocurriendo desde otra perspectiva
libre de reproches y acusaciones, que lo único que lograban era empujar con más
fuerza a mi esposa hacia el juego.
Hasta pronto.
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