Tratado el 09/05/2013.
Aquí estamos de nuevo con los prejuicios sociales una vez
más. Y tal como me ha ocurrido en las anteriores, sigo notando esa sensación de
que algunos compañeros, no terminan de ser totalmente sinceros en este tema,
cuando dicen de forma muy rimbombante no haberlos tenido nunca.
La cosa suele ser así:
«Desde el primer momento de saber lo que ocurría y que
era una enfermedad, traté de hacer lo posible por conseguir una buena
rehabilitación, sin preocuparme por lo que pensaran, dijeran o pudieran hacer
los demás al respecto, menos en el trabajo y personas en concreto, que pensaba
que no podrían aportar nada a mi favor»
Lo que ocurre es que eso también son prejuicios sociales
y que conste que no les estoy criticando ni mucho menos, puesto que pienso que tener
ciertos prejuicios a abrirnos totalmente a la sociedad, es en una serie de casos
y circunstancias, una forma más de cerrarnos las puertas a posibles situaciones
de riesgo de exclusión, no tanto personales, donde en cierta medida podemos
pasar de lo que piensen los demás de nosotros, (pero ojo, solo en cierta
medida) como laborales, donde tal y como se encuentra el mercado laboral,
presentar un perfil “potencialmente peligroso” puede determinar conseguir o
permanecer en un empleo.
Porqué por mucho que nos guste pensar, que somos capaces
de controlar nuestra vida y que somos libres a la hora de tomar nuestras propias
decisiones; lo cierto es que esas decisiones siempre están sujetas a lo que
ocurre en nuestro entorno en ese momento, puesto que vivimos dentro de un
colectivo social, con sus reglas de comportamiento y quien no las cumple, tanto
para bien como para mal, lo más probable es que no tarde en sufrir las
consecuencias.
Hasta pronto.
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