Tratado anteriormente el 18/07/2013.
El pasado sábado volvimos a tratar este tema en la
asociación, aunque la verdad al ser la terapia separada, (enfermos en una sala
y familiares en otra) y la respuesta al tema en cuestión es bastante claro y
conciso, los familiares tan solo hablamos de ello en los primeros minutos de la
terapia:
¿Puede un ludópata volver a ser jugador social alguna
vez, tras una rehabilitación?
¡NO! ¡NUNCA! ¿Por qué? Porque una vez pasada la línea que
separa a un jugador social con un ludópata, ya no hay vuelta atrás. Todas esas
hipotéticas situaciones que solemos plantear de “¿puedo jugar de vez en cuando
en reuniones de familia y sin apostar? ¿Una primitiva de vez en cuando, me
afectaría? …” No son más que formas de buscar algún resquicio, por donde poder
mantener unas falsas esperanzas, que no hacen otra cosa que retrasar y
entorpecer la rehabilitación. Está cuestión es algo que todos deberíamos tener
claro desde las primeras reuniones y dejar de fantasear con historias
parecidas.
En cuanto a los juegos de mesa, tipo parchís, damas, trivial, monopoli,... dependerá de la actitud de cada uno, si se viera que realizar esta actividad crea sensaciones como incomodidad, nerviosismo, o un afán de ganar a toda costa, lo mejor es dejar de practicarlas aunque en un principio solo se tratase de entretener a los niños.
El resto de la terapia la dedicamos al control del
dinero, ¿quién y cómo debe controlar el dinero del ludópata? Y también a cómo
debe ser el comportamiento de la unidad familiar ante el enfermo.
¿Quién debe controlar el dinero del enfermo? A ser
posible una persona con quien conviva, no es conveniente que lo haga el propio
enfermo hasta después de un buen tiempo en rehabilitación y siempre que ésta
sea positiva. El familiar no debe dejarse convencer de lo contrario, mientras
el enfermo no de muestras de haber aprendido a manejar correctamente ese
dinero, por mucho que sea suyo, algo que nadie discute. Pero supuestamente ya
lo ha estado controlando hasta ahora y el resultado de ese control (más bien
descontrol) nos ha llevado a la situación en la que estamos, por lo tanto no
sigamos empeorando la situación.
¿Cómo? Ajustándonos a las medidas preventivas, que dejan
claro que el enfermo solo debe llevar encima, el dinero justo para sus
necesidades reales diarias, nada más, tan solo eso; pero tampoco menos, no se
trata de que tengan que mendigar para poder cubrir sus necesidades: transporte,
tabaco, café del almuerzo…
Esas necesidades, son distintas en cada caso y por lo
tanto se tiene que llegar a un acuerdo, entre el enfermo y quien se encargue
del control del dinero. Por supuesto existen formas de que algunos de esos
gastos, no tengan que recaer en el enfermo reduciendo de esa manera la cantidad
de dinero diaria que tenga que llevar el enfermo, bonos de transporte, repostar
combustible cuando se esté en compañía del familiar, llevar al trabajo el
almuerzo de casa,… Todas esas y muchas más, son formas de reducir la posibilidad
de caer ante alguna tentación y también de dar confianza a las dos partes,
enfermos y familiares; que sobre todo en los primeros tiempos de rehabilitación
se sentirán muy inseguros y perdidos, sin saber bien como actuar para cumplir
las medidas preventivas sin llevar desconfianza, ni agobiar a la otra parte.
¿Cómo debe comportarse la unidad familiar ante el
enfermo?
El comportamiento de todos los miembros de la familia debe ser unánime,
no sirve de nada que unos cumplan las normas si otros no lo hacen, o lo hacen a
su manera; Las medidas preventivas son como son y no debe cambiarse ninguna de
ellas, las broncas y riñas entre familiares delante del enfermo por cuestiones
referentes a él y su enfermedad, deben evitarse porque además de lo desagradable
del momento, crean en el enfermo un fuerte sentimiento de culpa, al ver que su
familia se resquebraja por su causa y también porque en según qué situaciones,
esas discusiones hacen más fuerte al enfermo ante sus familiares, pudiendo
aprovecharse de esa situación para conseguir salirse con la suya, en algunas
concesiones que tal vez no sean lo más propicias ni recomendables para él mismo
ni para los demás.
Hasta pronto.
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