lunes, 24 de febrero de 2014

¿Puede un ludópata volver a ser jugador social alguna vez?


Tratado anteriormente el 18/07/2013.

El pasado sábado volvimos a tratar este tema en la asociación, aunque la verdad al ser la terapia separada, (enfermos en una sala y familiares en otra) y la respuesta al tema en cuestión es bastante claro y conciso, los familiares tan solo hablamos de ello en los primeros minutos de la terapia:
¿Puede un ludópata volver a ser jugador social alguna vez, tras una rehabilitación?
¡NO! ¡NUNCA! ¿Por qué? Porque una vez pasada la línea que separa a un jugador social con un ludópata, ya no hay vuelta atrás. Todas esas hipotéticas situaciones que solemos plantear de “¿puedo jugar de vez en cuando en reuniones de familia y sin apostar? ¿Una primitiva de vez en cuando, me afectaría? …” No son más que formas de buscar algún resquicio, por donde poder mantener unas falsas esperanzas, que no hacen otra cosa que retrasar y entorpecer la rehabilitación. Está cuestión es algo que todos deberíamos tener claro desde las primeras reuniones y dejar de fantasear con historias parecidas.

En cuanto a los juegos de mesa, tipo parchís, damas, trivial, monopoli,... dependerá de la actitud de cada uno, si se viera que realizar esta actividad crea sensaciones como incomodidad, nerviosismo, o un afán de ganar a toda costa, lo mejor es dejar de practicarlas aunque en un principio solo se tratase de entretener a los niños.


El resto de la terapia la dedicamos al control del dinero, ¿quién y cómo debe controlar el dinero del ludópata? Y también a cómo debe ser el comportamiento de la unidad familiar ante el enfermo.
¿Quién debe controlar el dinero del enfermo? A ser posible una persona con quien conviva, no es conveniente que lo haga el propio enfermo hasta después de un buen tiempo en rehabilitación y siempre que ésta sea positiva. El familiar no debe dejarse convencer de lo contrario, mientras el enfermo no de muestras de haber aprendido a manejar correctamente ese dinero, por mucho que sea suyo, algo que nadie discute. Pero supuestamente ya lo ha estado controlando hasta ahora y el resultado de ese control (más bien descontrol) nos ha llevado a la situación en la que estamos, por lo tanto no sigamos empeorando la situación.
¿Cómo? Ajustándonos a las medidas preventivas, que dejan claro que el enfermo solo debe llevar encima, el dinero justo para sus necesidades reales diarias, nada más, tan solo eso; pero tampoco menos, no se trata de que tengan que mendigar para poder cubrir sus necesidades: transporte, tabaco, café del almuerzo…
Esas necesidades, son distintas en cada caso y por lo tanto se tiene que llegar a un acuerdo, entre el enfermo y quien se encargue del control del dinero. Por supuesto existen formas de que algunos de esos gastos, no tengan que recaer en el enfermo reduciendo de esa manera la cantidad de dinero diaria que tenga que llevar el enfermo, bonos de transporte, repostar combustible cuando se esté en compañía del familiar, llevar al trabajo el almuerzo de casa,… Todas esas y muchas más, son formas de reducir la posibilidad de caer ante alguna tentación y también de dar confianza a las dos partes, enfermos y familiares; que sobre todo en los primeros tiempos de rehabilitación se sentirán muy inseguros y perdidos, sin saber bien como actuar para cumplir las medidas preventivas sin llevar desconfianza, ni agobiar a la otra parte.
¿Cómo debe comportarse la unidad familiar ante el enfermo?
El comportamiento de todos los miembros de la familia debe ser unánime, no sirve de nada que unos cumplan las normas si otros no lo hacen, o lo hacen a su manera; Las medidas preventivas son como son y no debe cambiarse ninguna de ellas, las broncas y riñas entre familiares delante del enfermo por cuestiones referentes a él y su enfermedad, deben evitarse porque además de lo desagradable del momento, crean en el enfermo un fuerte sentimiento de culpa, al ver que su familia se resquebraja por su causa y también porque en según qué situaciones, esas discusiones hacen más fuerte al enfermo ante sus familiares, pudiendo aprovecharse de esa situación para conseguir salirse con la suya, en algunas concesiones que tal vez no sean lo más propicias ni recomendables para él mismo ni para los demás.

Hasta pronto.

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